Translate

domingo, 11 de febrero de 2024

¿CUÁNTO FALTA?

Cuando llegar no es lo más importante



Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora
                                                                                           Eclesiastés 3:1

Hoy venía en el metro y una niña como de 5 años le preguntaba a su mamá ¿cuánto falta?

Recordé en ese momento que en general, y sobre todo en estos tiempos tan vertiginosos que vivimos, todos queremos que las cosas sean rápidas; comemos rápido, caminamos rápido y por si fuera poco, en nuestros lugares de trabajo todo lo piden para ayer. Por lo que siempre estamos pensando en "llegar", algunos ni siquiera saben dónde, pero les interesa que sea pronto. En fin, no hay tiempo para, realmente, vivir.

Cuando alguien se me acerca para preguntar por las clases de canto que hago, siempre preguntan ¿y en cuánto tiempo podré cantar bien? yo les respondo que dependerá del estado de su voz, de sus aptitudes, de la perseverancia y la decisión que tengan para hacer los ejercicios que les enseñaré, porque su progreso dependerá en un 90% de ellos mismos. Así que seguramente lograrán cantar bien en unos meses o años, nunca se sabe con exactitud 😅 Pero lo que sí es cierto, es que todo lo que logremos en esta vida habrá requerido de un proceso.

Los procesos a veces son largos, otras cortos. En ocasiones serán dificultosos, en otras muy fáciles de seguir, pero nada es automático cuando se trata de crecer como persona, nunca encontraremos una receta de tres pasos que nos convierta en lo que deseamos ser, pero sí será más hermoso si lo hacemos con fe, sabiendo que no estamos solos en el camino. 

Y es que sin los procesos no desarrollaríamos estas hermosas cualidades que la Biblia llama "el fruto del Espíritu" conformado por la paciencia, la fe, la templanza,  la bondad y muchos otros que requieren que seamos probados y experimentados en los distintos desafíos que enfrentaremos a lo largo de nuestra vida.  

Hay un versículo en la Biblia, en el capítulo 1 del libro de Santiago que dice que debemos tener mucho gozo cuando estemos en dificultades, porque eso nos hará mejores personas, plenas y completas. En el momento mismo de la prueba no se entiende este llamado a estar gozosos, y me pregunto si el apóstol Santiago se sentía bien cuando escribió ese versículo, pero después de pasar por la tempestad y salir al otro lado, se puede ver con claridad que valió la pena el sufrimiento y entonces nos alegramos y logramos comprender lo que quiso decir. Sin embargo, Dios nos pide que nos gocemos de antemano, porque él ve lo que nosotros no podemos ver y solo desea que confiemos. Eso sí que es fe, es reír aunque no sienta risa, creer aunque no vea y bailar aún sin música.

Amados amigos, no estemos tan preocupados del destino, más bien disfrutemos del trayecto, que el tiempo de Dios es perfecto y todo llegará, ni tarde ni temprano, sino que simplemente ¡A tiempo!

Dios te bendiga y ¡hasta la próxima!

AUTOCUIDADO

 ¿EGOÍSMO O ACTO DE AMOR?

Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: 
“Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39)

Anoche estaba mirando una de mis series médicas favoritas y apareció en escena una paciente que había intentado suicidarse por segunda vez. Había tomado pastillas y luego se arrepintió y acudió a emergencias. Mientras la atendían le preguntaron a qué se dedicaba y ella les comentó que su profesión tenía que ver con los derechos de los niños y no tenía tiempo para quedarse más en esa cama y que por favor le dieran el alta.

Los médicos le dijeron que no podían darle el alta porque ella era un peligro para sí misma y que necesitaba ayuda. La mujer respondió que lo que le sucedía no se comparaba a lo que sufrían esos niños y que no tenía tiempo para ella, pero los doctores le dijeron que el autocuidado no es egoísmo, sino todo lo contrario, porque para ayudar a otros tenemos que estar bien nosotros primero.

El mandamiento “amar al prójimo como a uno mismo” es, prácticamente, universal. No creo que exista alguien que no lo conozca. Es una regla de vida. Y todos están de acuerdo en que hay que amar a quienes nos rodean, a nuestro prójimo, pero cuando se trata de amarnos a nosotros mismos, algunos creen que se trata de egoísmo o narcisismo, cuando en realidad es imposible ayudar al otro si yo no estoy bien.

Una imagen de esto puede ser cuando en los viajes en avión se enseña que si ocurre una emergencia o un accidente se debe usar las máscaras de oxígeno que se soltarán automáticamente y se aconseja que, si viaja con niños o personas adultas que requieran asistencia, primero se debe poner el oxígeno a uno mismo y después ayudar al compañero, porque si quedamos sin oxígeno no podremos ayudar a nadie.

El oxígeno lo necesita usted primero. Así que antes de ayudar a respirar a alguien más, hágalo usted antes. Antes de amar a los demás ámese usted primero. Antes de respetar a los demás, respétese usted primero. Antes de cuidar a los demás, cuídese usted.

Es muy común encontrar a personas, y especialmente mujeres, que están tan ocupadas atendiendo a los demás, que se olvidan de atender sus propias necesidades. Posponen sus horas al médico, pero no olvidan una cita para sus hijos o esposo. Compran ropa o cosas para otros, pero ella siempre queda para el final. Alimentan a su familia y descuidan su nutrición. Descuidan sus horas de sueño mientras arropan a los demás, no se dan tiempo para ellas porque siempre están ocupadas atendiendo a los demás.

Es cierto que cuesta encontrar equilibrio en medio de esta vida un tanto vertiginosa que estamos viviendo, pero hay que encontrar ese balance que nos permita vivir más y mejor, porque solo así estaremos amando sanamente a nuestros seres queridos.

Nosotras tenemos tendencia a la necesidad de sentirnos necesarias. Queremos que los demás dependan de nosotras porque así nos sentimos importantes, amadas y con sentido de propósito, pero olvidamos que la vida no solo se trata de complacer o hacer feliz a los demás, sino también de cumplir el propósito para el cual nacimos el cual no solo es ser madre o esposa. Porque si así fuera, no existirían mujeres sintiéndose tan vacías cuando los hijos salen de casa para ir a la universidad, o cuando el esposo se va de sus vidas.

Hay muchas mujeres que han basado su valor en el hacer y no en el ser. Es decir, se sienten valiosas en la medida que hacen algo por otros. El día que ya no tuvieron que hacerles el sándwich a los hijos, o lavarles la ropa, o ser el transporte de todos, no sabe cómo llenar su tiempo o se sienten culpables de tener tanto tiempo libre y no se dan cuenta que esas manos que ahora están desocupadas pueden hacer tanto o más que antes, solo hay que cambiar el enfoque.

Invertir tiempo en uno mismo es cuidarse, es amarse. Si no lo hago no estoy cumpliendo con el mandamiento universal. ¿Cuánto tiempo hace que no te das el tiempo de leer un buen libro o de tener una cita contigo misma? Para alguna puede ser raro salir sola, pero se siente bien estar con uno misma, o juntarse con alguna amiga cada cierto tiempo y reír hasta que duela el rostro y la pancita.

O ¿qué tal un tiempo para mimarse en el salón de belleza? Si están los recursos para hacerlo ¿por qué no? También puede ser el “hágalo usted mismo” pero hay que amarse un poquito más y eso implica tiempo de calidad. Así como reconocemos la importancia de dar tiempo de calidad a nuestros seres queridos, también es importante ese tiempo de calidad para uno mismo.

Mi esposo y yo, durante el tiempo de pandemia, hemos trabajado en casa. Así que estuvimos viéndonos todos los días y estuvimos juntos las 24 horas del día. Y es cierto que nos amamos con toda el alma, pero hubo momentos en que quisimos estar cada uno en diferentes continentes. Y no es que nos amemos menos, sino que cada persona necesita su espacio. Todos tenemos derecho a tener privacidad y su propio tiempo, pero la pandemia nos obligó a vivir de maneras muy diferentes a las que estábamos acostumbrados.

Así que, en vista de que la situación se iba a mantener así, por salud mental, decidí salir de mi casa una vez a la semana y trabajar desde un famoso Café. Ese era el día para relajarme, caminar por las calles que me gustan y disfrutar de un rico te chai mientras trabajaba “fuera de casa”.

Ahora, esto es solo un ejemplo de un acto de amor propio. Tú puedes hacer el tuyo; puedes pensar qué necesitas para sentirte mejor. Tal vez conseguir a alguien que cuide a los niños por una hora y salir a caminar tú sola. O buscar un asiento en una plaza cercana y leer un buen libro.

Para amarme un poquito más debo comenzar con la pregunta: ¿Qué necesito? Y satisfacer esa necesidad. Pedir ayuda si es necesario. Comunicar lo que quiero hacer y cómo deseo que me ayuden y no esperar que adivinen mis pensamientos, aunque no sea tan romántico.

¿Hace cuánto tiempo que no te haces un chequeo médico? ¿Cuánto tiempo llevas quejándote y no has pedido con claridad lo que necesitas que los demás hagan en casa? ¿Qué decisiones necesitas tomar por tu sanidad mental y física?

No olvidemos que el autocuidado no es egoísmo, es amar al prójimo, como a nosotros mismos.


viernes, 2 de febrero de 2024

AL MENOS UN MINUTO

Dicen que el tiempo es oro ¿Será cierto?

Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. (Efesios 5:15-16)

 


Siempre que doy clases, al finalizar la sesión, le digo a mis estudiantes que no olviden practicar "al menos un minuto" (al día). 

La primera vez que les dije que practicaran "al menos un minuto" me miraron con cara de ¿estás segura de lo que dices? entonces les expliqué que, aunque un minuto no parece ser mucho tiempo, en realidad se alcanza a realizar varias secuencias de rasgueo y cambio de acordes. Luego puse el temporizador y les hice la demostración. Ellos se dieron cuenta de todo lo que pude realizar en 60 segundos y en adelante ya no volvieron a usar la frase de "no alcancé a practicar". Y es que, cuando se trata de aprender un instrumento, si lo que deseas es avanzar, no puedes darte el lujo de que pase un día sin practicar. Además, cada vez que practicamos, es como si la mano le enseñase al cerebro, y este sigue trabajando aún después de haber terminado de practicar, y al día siguiente, ese ejercicio que no habías logrado realizar, te sale bien al primer intento.

Es igual con la lectura o cualquier otra actividad que hemos dejado de realizar por falta de tiempo, porque en realidad esperamos tener ese par de horas extras para hacerlo, en el mejor ambiente posible, pero no siempre tenemos el mejor lugar ni una hora, o siquiera media hora continua, para hacer esas "actividades extras". Si lo analizamos bien, veremos que en realidad tenemos tiempos, minutos, segundos "libres" que si los sumamos, podremos obtener esa media u hora completa que andamos buscando y disfrutar de una buena lectura, aunque sea solo un párrafo corto, o una lección online o practicar un instrumento musical.

Hoy, por ejemplo, tuve que ir al médico para que me realizaran exámenes de rutina y, como siempre, me tocó esperar que me atendieran y estuvo excelente, porque ese tiempo de espera para poder comprar el bono de atención se transformó en unos “grandiosos minutos de lectura". Luego que ya pagué la consulta me tocó volver a esperar, esta vez a que me llamara el doctor y esos "minutos muertos" fueron unos "minutos de ejercicios divertidos de inglés On line" que estudio en una app en el celular. Así que no fue un tiempo perdido, fue una espera productiva.

Como ven, siempre es posible aprovechar el tiempo y cumplir con ese dicho que dice que "El tiempo es Oro", aunque, como me dijo mi amiga Laureci el otro día, -El tiempo no vale oro, vale muchísimo más, porque el oro se puede recuperar, en cambio el tiempo perdido jamás vuelve a ti. 

Así que no nos molestemos por esos minutos de espera en una fila, en el médico o en el trasporte; siempre podemos aprovechar lo que nos ofrece el, malamente llamado, "tiempo muerto" para leer o practicar o pensar "al menos un minuto" al día. 

Con el tiempo nos daremos cuenta que 7 minutos de lectura o de ensayo, al finalizar la semana, será mucho más que 0 minutos, con la excusa válida de estar “demasiado ocupados". Siete minutos es un avance, cero minutos es estancarse. Así que "al menos un minuto", es mejor que nada y, a veces, lo es todo.  Aprovechemos bien el tiempo que Dios nos regaló. Que ¡Dios te bendiga! y ¡Hasta la próxima!

¿CUÁNTO FALTA?

Cuando llegar no es lo más importante Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora                          ...